Adopté a mi prima
- ergarrett3
- 2 abr
- 4 Min. de lectura
En el 2018 estábamos acostumbrados a ser dos adultos con flexibilidad en el horario para dormir, comer, salir, trabajar: una joven pareja, casada hace 3 años, sin hijos todavía aunque deseábamos y planeábamos tenerlos, si Dios permitía.
Mi esposo, Juan Sebastián, recién se había graduado de la universidad y yo estaba trabajando. Pensábamos ir a algún lugar como misioneros, pero el Señor tenía otros planes, mucho mejores que los nuestros, y nos mostraría a lo largo de los años que no se trata de nosotros, ni de lo que “podemos” hacer sino de “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros.” (Efesios 3: 20)
Teníamos una habitación extra que pensamos sería de bendición para alguien en necesidad, así que comenzamos a orar por recibir a alguien en casa. Habíamos orado por adoptar pero no pensábamos que era el tiempo ya que no teníamos trabajos ni ingresos estables, además de nuestro deseo de ir a otro país como misioneros.
Ese año habíamos estado aprendiendo como Dios diseñó a la familia para ser el primer medio de ayudarnos los unos a los otros. Entonces, cuando mis suegros nos comentaron de un familiar que andaba buscando un lugar para su hija, ya que el hogar en el que estaba no era seguro y estaba en medio de una situación difícil, no nos dificultó vernos como la respuesta a la necesidad. Unos días después, el 29 de diciembre del 2018, llegó la niña, quién era hija de una prima de mi esposo. Hoy en día es nuestra hija.

En ese entonces, ¡no teníamos más que la habitación! El Señor puso mucho amor y gracia en nuestros padres, hermanos, familia y amigos, quienes nos apoyaron en oración y de manera práctica, dándonos la cama, ropa, juguetes, escuela, etc… el Señor proveyó para cada cosa que ella necesitaba.
¡El primer año fue un gran reto! La situación era bastante inestable debido a que teníamos una custodia provisional dada por un juez de paz, pero no teníamos más. Esperamos años hasta que el ICBF pudiera atendernos y formalizar la custodia. Durante esa espera, no pudimos inscribir a la niña en nuestro seguro médico, pero el Señor proveyó de otras formas para su salud. Otro factor de inestabilidad era que cada mes existía la posibilidad de que volviera con su familia. Eso hizo que no pudiéramos consolidarnos como familia, ya que ninguno sabía qué esperar ni por cuánto tiempo duraría nuestra convivencia.
¿Y en cuanto a la adaptación? Juan Sebastián y yo tuvimos que aprender un nuevo ritmo. En vez de la libertad que antes conocíamos de nuestros horarios y actividades, ahora teníamos a una niña de 10 años que dependía de nosotros y que necesitaba de nuestro cuidado, tiempo y atención. Tuvimos que hacer cambios, cambios que me revelaron cuán egoísta era yo. La experiencia trajo a la luz muchas cosas que tuve que confesar a Dios y a mi esposo de pecados que veía en mi pensamiento, que mostraban mis palabras y mis acciones. Todo eso me hacía ver cuán incapaz era de esta tarea de ser madre, pero el Señor que es rico en misericordia me recordó que no se trata de mí; se trata de Él y todo lo que Él quiere hacer nadie lo podrá estorbar.
Por la gracia de Dios ya son 6 años con Luisa. ¿Como lo podría resumir? Igual que con nuestro matrimonio, cada año juntos con ella ha sido mejor. Cuándo reconocemos nuestras faltas, rogamos al Señor que nos cambie, Él nos sorprende, obrando más abundantemente de lo que esperamos. Somos 3 personas que vinimos de hogares diferentes y con personalidades diferentes pero que, por la gracia de Dios, disfrutamos el estar juntos, crecer juntos, reír y llorar juntos.
En el 2020, Juan Sebastián estaba investigando programas de estudio a distancia, porque con el COVID no habíamos podido finalizar el proceso de custodia de Luisa y entonces parecía imposible salir del país. Pero, durante el proceso de aplicar para los estudios, el ICBF (la entidad encargada de la protección de los menores en Colombia) nos contactó para darnos la custodia de manera virtual. A la par, aceptaron a Juan Sebastián para estudiar... ¡pero presencial -- impensable para nosotros!
Creímos que habrían dificultades para la visa ya que Luisa no tiene nuestros apellidos, además de las limitaciones económicas. Sin embargo, para sorpresa de nosotros, cuando nos presentamos nos dieron la visa a los tres. El Señor en su bondad ha permitido que aunque no tenemos la adopción legal completa con Luisa, eso no ha sido un impedimento para que ella tenga los privilegios de una hija en todo el sentido de la palabra.
Entre esas bendiciones que el Señor nos ha concedido, recientemente Juan Sebastián tuvó el privilegio de bautizar a Luisa en la iglesia donde sirve. Cuando miramos atrás sólo podemos agradecer la inmerecida gracia de Dios hacia nosotros como padres al darnos el hogar que nos ha dado con Luisa y cuidar de ella más allá de nuestras capacidades, incompetencias y debilidades.
Les damos las gracias a Sayuri Teruya, del Perú, y su esposo Juan Sebastián, de Colombia, por compartir su historia de acogimiento de un familiar. Muchas veces estas situaciones se dan con o sin formalizarse legalmente. Honramos la importancia de este cuidado familiar, que tal vez no se reconoce como adopción o acogimiento en nuestras sociedades, pero también lo es. A menudo, que un pariente acoja o adopte a un niño es la mejor opción disponible para el menor.
Comments